Televerio va a cambiar tu vida

La historia de don Televerio y el Profesor es como una historia de amor. Se conocieron, se gustaron y el viejo lo dejó todo por él. Uno, un hombre de campo y que nunca había visto la televisión y, el otro, un Profesor con las ideas claras y con ganas de terminar su estudio sobre la televisión actual. Todo puede ocurrir en sus vidas y Televerio viene dispuesto a enfrentarse a todo...

viernes, 9 de marzo de 2007

Capítulo 2. Cuando don Televerio conoció el mundo de Youtube

En nuestra segunda cita, el rostro de don Televerio era una mezcla de tristeza y decepción. Al ver su tez pálida me apresuré a cogerle el abrigo e invitarle a acomodarse en el sofá del despacho. "Esa joven no se merecía que le pasara eso", comentó entre dientes y con los ojos vidriosos, "estaba en la flor de la vida: con una gran familia, una nieta recién nacida, un marido para cuidarla... toda una señora vida". Perplejo, me acerqué a mi anciano compañero y seguí escuchándole. "Y para colmo ¡la cuelgan en el tubo ese!", añadió don Televerio.

Fue entonces cuando comprendí a lo que se refería. Aunque sólo llevaba una semana en la ciudad, don Televerio se había convertido en un fiel seguidor de todo aquello que la televisión podía ofrecerle. Sin ningún criterio, devoraba toda serie, reality o informativo que la caja tonta emitía. Con una capacidad sobrenatural para cambiar de canal cuando algo le aburría, Televerio había pasado gran parte de la semana viendo la televisión. Fue entonces cuando me di cuenta de que aquel anciano, que no había visto ese aparato nunca antes, empezaba a confundir la realidad con la ficción.

"Televerio", comencé "se está usted refiriendo a una señorita rubia llamada Lucía que murió el otro día a causa de un accidente de tráfico, ¿verdad?". Pronto vi como sus ojos complices buscaban a los míos. "Menos mal que la conoce", añadió el anciano. "Se lo comenté a mi señora esposa la otra tarde y me dijo que no sabía nada de la chiquilla. La pobre, ahora que su marido había conseguido tener trabajo en la taberna y sus hijos empezaban a estudiar... una lástima".

Sin que él se diera cuenta, sonreí. Mi querido amigo don Televerio se refería a uno de los personajes de la serie de televisión Los Serrano, de Telecinco. Lucía, interpretada por Belén Rueda, había fallecido el pasado capítulo a causa de un accidente de automóvil. Quise contarle a mi amigo que no se trataba de algo real, sino ficticio, que sólo había pasado en la serie. "Don Televerio, la mujer a la que se refiere es solamente un personaje de una serie de televisión, un tipo de novela de esas que usted y su señora escuchaban antes por la radio", le dije, "la actriz que interpretaba al personaje de Lucía decidió abandonar la serie porque estaba actuando además en el teatro y tenía pendiente una película que estrenar para el cine. Por eso, los encargados de la serie decidieron acabar de esta manera con su personaje". La cara del viejo pasó de la decepción a la indignación. "Entonces, ¿todo lo que yo he rezado por esos niños y por el marido calvo ha sido en vano? ¿Me está usted diciendo, señor profesor, que todo lo que dice la caja tonta esa es mentira?", me preguntó. "Yo no lo diría así, don Televerio, pero gran parte de lo que dicen por televisión no es del todo real, como es el caso de las series", le dije. Tengo que confesar que me mordí la lengua para no acabar mi frase diciendo que, aparte de las películas y la demás ficción, algunos informativos de algunas cadenas autonómicas también maquillaban de vez en cuando la realidad. "En este caso, como le digo, todo era parte de una trama de la serie", concluí.

Sin embargo, algo no me cuadraba. ¿A qué se refería el anciano con colgada en el tubo? Se lo pregunté para salir de dudas. "Mire, le explico. Antes de ver el capítulo ese que dice usted, bajé un momento a la panadería de la esquina del hotel donde me alojó para comprar una barrita de pan, que por cierto, nada tiene que ver con las hogazas que hacen las monjas de mi pueblo. Al pasar por uno de los bancos que están en la plaza donde le digo, vi a unos chiquillos con un aparato que llamaban portátil riéndose", me dijo el anciano. "Ya sabe usted que yo no soy de curiosear, que eso es de marujas, pero me picó un poco y me acerqué a ver que estaban haciendo y qué era lo que les hacía tanta gracia". "Mira tío, han colgao la muerte de Lucía de Los Serrano en Youtube antes de que Telecinco lo emita", comentó uno de los jóvenes. Fue entonces cuando mis ojos presenciaron la escena de esa señorita despidiéndose de su señor esposo, un calvo tontorrón que se mantuvo todo el tiempo parado viendo como se alejaba su mujer. Antes de que los chavales se percataran de mi presencia me fui a la panadería y cuando regresé a la habitación del hotel, corrí a encender la televisión. Toqueteé todos los botones del mando ese que usted dice y cuando encontré a la rubia que le digo, me quedé atónito mirando a la caja tonta", concluyó.

Increíble. Sin haberme dado ni cuenta, me encontraba ante todo un experto de la televisión y del mundo de la informática. El solito había descubierto la magia de Internet y la capacidad que le brindaba la red para colgar vídeos. "Pero como usted me ha dicho que sólo se trata de un teatro, pues entonces me veré obligado a volver a llamar a mi señora al pueblo y decirle que le quite las velitas que le mandé poner en la capilla del pueblo por la Lucía esa", dijo Televerio.



Ya se hacía tarde, así que acompañé a don Televerio a su hotel. De vuelta para casa me di cuenta del poder de los medios de comunicación, de la capacidad que tenían para hacernos creer una cosa o convencernos de que lo correcto es lo que ellos dicen. Fue entonces cuando pasé por delante de un escaparate lleno de televisores de plasma y me sorprendí a mi mismo mirando sin pestañear a las pantallas. "A la pregunta, ¿es cierto que mantuviste relaciones sexuales con el novio de la taquillera de la discoteca a la que iba el hijo de Andrés Pajares cuando tenía quince años?, nuestra invitada ha respondido que no. Y el polígrafo determina... ¡que miente!", dijo un fornido presentador de ojos azules. Fue entonces cuando tuve claro cuál sería el tema de mi siguiente sesión con don Televerio.

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1 comentario:

H dijo...

¡Pobre Televerio! Acaba de aterrizar en el mundo de la televsión y ya ha descubierto los primeros engaños. No me quiero ni imaginar el chasco que se llevará el día que descubra los concursos del Canal 7...