Televerio va a cambiar tu vida

La historia de don Televerio y el Profesor es como una historia de amor. Se conocieron, se gustaron y el viejo lo dejó todo por él. Uno, un hombre de campo y que nunca había visto la televisión y, el otro, un Profesor con las ideas claras y con ganas de terminar su estudio sobre la televisión actual. Todo puede ocurrir en sus vidas y Televerio viene dispuesto a enfrentarse a todo...

lunes, 5 de marzo de 2007

Capítulo 1. Cómo conocí a Don Televerio


Don Televerio García era un hombre de provincias. Le conocí veraneando un año en una casa rural del norte de Galicia. Al verle me di cuenta rápidamente de que era el hombre perfecto para mi trabajo. Mantuve una conversación con él, le convencí y nos citamos para principios de septiembre. Los gastos del viaje correrían de mi cuenta, los conocimientos y la experiencia, de la suya. La primera vez que vino a Madrid desde su pequeño pueblo de la sierra de Galicia, rápidamente se mostró muy interesado por conocer y aprender nuestras costumbres. "¿Qué demonios hace esa caja tonta para dejaros tantas horas con la boca abierta y los ojos como platos mirándola fijamente?", me comentó un día. Pronto me di cuenta de que se refería al televisor que tenía presidiendo la sala donde nos encontrábamos. Casi por completo se me había olvidado que aquel hombre de pelo cano se había pasado toda su existencia sin haber visto un aparato como ese. El, hombre de campo y dedicado a sus vacas, nunca se había parado a pensar que más allá de aquellas montañas que veía desde la ventana de su chozo se encontraba un mundo lleno de personas que hablaban a través de un teléfono sin cables y que se podían pasar toda una tarde enfrente de una pantalla en la que sucedían miles de cosas. "Esta caja a la que usted llama tonta se llama televisor y emite diariamente programas como películas, informativos, series, etc. para que la gente esté informada y se entretenga en sus casas", respondí. Al ver el gesto que don Televerio me ofreció, me di cuenta de que qué mejor que encender el aparato para que pudiese comprobar con sus propios ojos a qué me refería. Me acerqué a él, le invité a acomodarse en el sofá del salón y apreté una tecla cualquiera del mando."Muy buenas tardes y bienvenidos a una nueva entrega del Diario de Patricia", dijo el aparato. La cara de don Televerio era un reflejo de su desconfianza y miedo hacia la pantalla y a aquella mujer que le saludaba desde ella. La verdad es que rápidamente quise cambiar de canal, puesto que me negaba a que su primer contacto con la televisión fuera a través de un programa de testimonios como era el caso. Quise agarrar con fuerza el mando y elegir otra opción más cercana a mi viejo amigo: un documental sobre el campo, una película de granjeros... pero todo intento por mi parte fue inútil. Don Televerio había sucumbido ya a los encantos de una pechugona rubia que bailaba arrítmicamente en el escenario del programa...

1 comentario:

tayler durden dijo...

el principio del fin fue unas caderas.
creo que el verbo aquel primero se quedó callado,
y la gente bailaba sobre pasos de cebra,
y había un tipo con una cámara y otro a su lado con un micro
diciendo
¿se oye?
y el otro
¡graba!
y ocurrió el parto prematuro de un niño llamado apocalipsis
y fue lider de audiencia esa noche.

nos vemos en el corredor...